La percepción de la contemplación
¿Examinamos nuestras miradas hacia el mundo?
El mundo es aparente ante los sentidos, pero nuestros mundos no son el mismo, cada uno ve desde lo más íntimo y se atasca con sus propios delirios. No hay absolutos en la comprensión del mundo, no es posible ver del todo nada, tampoco dejar de ser visto, así parafraseando uno de los poemas de Miguel Hernández que escribió sumido en la posguerra civil española comenzamos a comenzar en el eterno problema de la percepción, intrínseco al ser humano.
En esta curaduría se busca desplegar una amalgama de propuestas artísticas que se sumergen en la contemplación para examinar cómo es que percibimos el mundo, nuestro mundo. Percepción es tanto acción como efecto de recoger aquello que se observa, aquí, que miramos con detenimiento, como cuando nos adentramos en un lugar sagrado, entendiendo cada interioridad del individuo como un templo, ¿Será que la manera de contemplarnos tiene que ver en cómo percibimos el mundo?
Esta exposición explora las travesías perceptivas de siete jóvenes artistas colombianos e indaga sobre relaciones que crean vínculos entre sus diferentes contemplaciones del mundo para proseguir a cuestionarlas, porque una obra de arte, una percepción o una vida sin pasarla a examen no merece la pena ser vivida, como escribe Platón en su obra Apología de Sócrates.
Desde los paisajes de observación de elementos naturales, el cinematógrafo Gerry Schum con una cámara inmóvil recogía los movimientos del fuego en un primer plano para mostrarlos a modo de película contemplativa en la televisión alemana en los años setenta, proponiendo una manera diferente en la que el hombre interviene para exaltar la naturaleza desde el movimiento del Land Art. Desde aquí Dayana Lamb Villamizar despliega un proyecto con la comunidad donde su cámara, también fija, paralizada, graba el trasegar de los sedimentos del Río vivo en relación con la actividad arenera de la zona del río Suratá, donde se entremezcla la voluntad de recordar para no morir en el olvido, así como propone Richard Bravo, con su obra Volver a comer, donde muestra en forma de grabado la paradoja del propio río, como un lugar de olvido del terror vivido en tiempos no solo de la colonización, sino como un agujero negro lleno de cuerpos forzados a desaparecer y comidos por peces como el bagre, el cual es un pescado consumido con frecuencia en Colombia, ¿Qué hacer con estos cuerpos que no tienen ni luto ni altares? Quizás una solución es experimentar una Catársis, transformación que personaliza Laura Marín en su video performance, enterrándose para encarnar a quienes fueron eliminados para que no dejen de ser percibidos, porque siguiendo a Berkeley a la inversa, si se percibe, entonces existe.
La percepción del dolor, así como la percepción del tiempo se vive en un presente continuo, lo que puede ser hastío físico, Diego Ruiz, lo enuncia como una exaltación del campesinado frente a diferentes fuerzas de poder, la esencia de la labranza se enaltece en Fisioterapia campesina, simbolizando el brazo que sostiene el peso del azadón como una extremidad sociocultural, para que no se quede relejado en un tiempo del dios Kronos, quien devora ferozmente a sus hijos junto con sus memorias.
Un nuevo intento más de alzar la voz frente al olvido se visibiliza en un tiempo de oportunidad del cuidado desde las epistemologías del sur que es abordado por Katherin Osorio y Leonidas Olave frente a la avifauna y las comunidades indígenas. Osorio, por su parte, recurre a contemplar la oportunidad de cuidar las aves en peligro de extinción. Es un juego peligroso que ya se planta en la mitología de herencia grecorromana entre Kronos y su nieto Kairós – entre olvido cronológico y tiempo de oportunidad, que para Olave se representa en su obra Dicotomía del tiempo, como un proceso de investigación-creación que se teje con la comunidad Kauka en particular con niñeces y juventudes en el departamento del Vaupés.
Su obra se articula entre las narraciones de historia-vida/historia-olvido y de re-escritura borrada de palimpestos aludiendo a una estética indigenista que plantea las paradojas de la postmodernidad frente a las diferentes formas de vida, y con ello, diferentes formas de vivir los tiempos de la propia vida. En este caso, emerge una poiesis entre Kairós y Aión, entre el tiempo de oportunidad y el cíclico; este último es el tiempo de las niñeces que reconstruyen la historia de un tiempo que nunca se acaba, que siempre está por vivirse y que se conecta con lo nuevo-con lo viejo al tiempo; al tiempo de compases que suenan en la propuesta de Isabel Quiroz, artista que intenta encapsular el tiempo cronológico del olvido en un tiempo cíclico, donde el alma se pueda contemplar, donde el sujeto construye el objetivo, y se refleja en él. En tanto se percibe, existe, en tanto percibimos naturaleza, olvido, recuerdo, oportunidades y comienzos el aura no divaga, sino que su esencia se concentra en su obra ¿Cómo se graba el alma?, probablemente al contemplar esta obra, el espectador tenga la sensación de que es un tiempo sin tiempo, viejo pero nuevo a la vez, Aión está presente en este relato sonoro que solo suena si es escuchado.
Esta es una curaduría repleta de incertezas y de miradas que cuestionan, puesto que no hay mejor tiempo de oportunidad que adentrarnos como dice Rilke en vivir y amar ahora las preguntas como si fueran habitaciones cerradas, porque quizás no estemos preparados para vivir las respuestas o quizás nunca lleguen.